Velitas Canadienses/ Canadian little candles
“Esta será mi primera noche de velitas en un país en el hemisferio norte” / “esta será mi primera noche de velitas en un país en el hemisferio norte”
Versión en español
Si alguna vez te preguntas que es lo que mas extraña un emigrante colombiano el estar fuera de casa siempre te dirá, primeramente, que se extraña la familia. Pero además de la familia, la navidad es una de esas fechas que también cala fuerte en el corazón de los emigrantes colombianos, especialmente si no están residiendo en un país latino. Digo…Al menos en los países latinos la cercanía entre vecinos y colegas se siente muy similar a nuestro país.
Pero bueno, esta será mi primera noche de velitas en un país en el hemisferio norte, considerado de primer mundo y para estas fechas… ¡MUY FRÍO!
Hablo de Canadá, más específicamente un pueblo de no mas de 90.000 personas al norte de Quebec llamado Chicoutimi. Como muchos colombianos vine por una beca de estudios, aplicando lo que aprendí en los grupos de investigación de mi universidad. Y por esos azares de la vida. Soy el único colombiano en la universidad.
A ninguno de mis amigos latinoamericanos les emocionó la idea de encender velitas de noche y además el escuchar algunos vallenatos mientras comemos alguno que otro buñuelo. Eso sí, la mezcla para preparar buñuelos que traje de mi último viaje a Colombia aún no se ha echado a perder.
Pero bueno, acá estoy en mi pensión de estudiantes, mirando a través de la ventana mientras espero que llegue el soldador del pueblo a solucionar la rotura de un tubo en la pensión que de no ser arreglada antes de que oscurezca tendremos que salir de la casa. Para hacer mi noche aún más interesante, el pronóstico de tiempo indica que habrá nevada hoy… por cierto, si alguna vez añoras pasar una navidad con nieve…Olvídala. En las películas de navidad no te explican que una nevada significa quedarte encerrado en tu casa y no hacer nada más que comer y dormir.
Mientras transcurría la noche, sólo podía recordar algunos flashbacks de mi casa en donde los vecinos nos llevaban natilla a cambio de los deliciosos tamales que lograba conseguir mi padre del mercado central, que ahora que lo pienso, creo que mi papá gastaba mas de lo que recibía, sin embargo, como el mismo dijo: Si usted va a regalar algo no espere nada a cambio, hágalo por gusto, o bueno… tal vez la vida de estudiante me ha dado la habilidad de ahorrar lo máximo posible, pues en mi cabeza aun gasto en pesos.
Regresé a mi pensamiento de querer encender velitas y convidar a alguno de mis amigos europeos de la casa. La mayoría desistió por no profesar el catolicismo e incluso algunos me tildaron de aburrido, solo una chica de España me comentó que le gustaría acompañarme pero que desistiera de mi cruzada nostálgica debido al material de la casa, la cual estaba totalmente construida en madera lo que ocasionaría un incendio, en caso de no controlar la llama de las velas. También estaba el tema de los detectores de humo, los cuales al activarse harían pasar una mala tarde a todos mis compañeros extranjeros de la pensión. Así que de esta manera mi ilusión de encender velitas estaba prácticamente enterrada.
Esperé alrededor de 2 horas en la sala de la pensión la llegada del soldador. Que, nuevamente pensando, el hecho de que estuviera sentado esperando al soldador me hizo pensar que, al ser el único latino de la casa, todos me vieron como el indicado para recibirlo. Bueno no quiero sobre pensar.
El soldador llegó disculpándose por la tardanza, algo clásico en el mundo latino. Me preguntó en donde quedaba la caldera principal, lo acompañé al sótano donde se encontraba todo el mando central y muy rápidamente abrió la puerta de la misma. Por lo concentrado que estaba en darle las indicaciones de la mejor manera, había olvidado que él era colombiano. No recuerdo muy bien su acento, pero si recuerdo que toda frase la terminaba con la palabra “Veci”. Le dije:
¿Oiga hermano, usted va a prender velitas hoy?
El hombre riéndose mientras aplicaba un poco de soldadura a una fuga, me respondió:
Hombre por el clima no puedo afuera, dentro de la casa se me quema por el material, entonces yo lo que hago es prender estas lamparitas y tomarme una cerveza. Ahora que lo pregunta tengo un poquito de natilla en una coca que me mandó mi esposa, si quiere prendemos una de las lamparitas y comemos un poco para que se le pase la nostalgia.
Mi alegría volvió a aparecer, y sin pensarlo le dije: Avíseme cuando termine y vamos a comerla afuera que yo pongo las cervezas.
El hombre tardó 10 minutos mas en soldar los tubos, y le pagué con el dinero que habíamos recogido para el mantenimiento y nos dirigimos hacia el frente de la casa donde había un pequeño portón en madera.
El soldador saco una pequeña coca y cortó por la mitad la natilla que tenía una forma cuadrada, mientras yo le daba una cerveza en la mano. El hombre saco de su maleta, una pequeña lampara en forma de vela no mas grande que una palma de la mano. Y antes de agradecerle por el detalle de la natilla, le pregunte si podía colocar una canción mientras nos tomábamos la cerveza.
El soldador solo me dijo: hágale, si puede poner algo de navidad de una, eso si no ponga nada triste que mi trabajo todavía no acaba.
Puse las cuatro fiestas de Diomedes Díaz, una tradición en mi región de la costa, donde se prenden velitas en la madrugada, lo que da origen a la temporada navideña.
Y así, a -10 grados con cerveza al clima…ósea ¡helada!, escuchando Diomedes Díaz mientras veíamos una pequeña lamparita en forma de vela, pude combatir un poco la nostalgia.
Me despedí del soldador dándole las gracias y deseándole un feliz día de las velitas a él y a su familia e inmediatamente ingresé a mi casa.
En el frio exterior a esa temperatura tu cuerpo aguanta por mucho 15 minutos, así que fue un momento bastante rápido.
Ya dentro de mi casa mi amiga española solo se reía y me decía: Coño…sí para prender velas en la calle tenias que ingerir alcohol y colocar música, ¡pues me hubieses dicho! Yo pensé que buscabas gente para rezar un rosario en la calle.
English version
If you ever wonder what a Colombian emigrant misses the most while being away from home, they will always tell you that, first and foremost, they miss their family. But besides the family, Christmas is one of those dates that also deeply touches the hearts of Colombian emigrants, especially if they are not living in a Latin country. I mean… At least in Latin countries, the closeness between neighbors and colleagues feels very similar to our country.
But well, this will be my first night of “candles” in a country in the northern hemisphere, considered first world and for these dates… VERY COLD! I’m talking about Canada, more specifically a town of no more than 90,000 people north of Quebec called Chicoutimi. Like many Colombians, I came here on a study scholarship, applying what I learned in my university’s research groups. And by those quirks of fate, I am the only Colombian at the university.
None of my Latin American friends were excited about the idea of lighting candles at night and also listening to some vallenatos while eating a few buñuelos. However, the mix to prepare buñuelos that I brought from my last trip to Colombia has not yet gone bad.
But well, here I am in my student dorm, looking out the window while waiting for the town welder to fix a pipe break in the dorm that, if not repaired before dark, will force us to leave the house. To make my night even more interesting, the weather forecast indicates there will be snowfall today… by the way, if you ever yearn to spend a Christmas with snow… Forget it. Christmas movies don’t explain that a snowfall means staying locked in your house and doing nothing but eating and sleeping.
As the night went on, I could only remember some flashbacks of my house where the neighbors would bring us natilla in exchange for the delicious tamales that my father managed to get from the central market. Now that I think about it, I believe my dad spent more than he received. However, as he himself said: “If you are going to give something, do not expect anything in return, do it for pleasure.” Or well… maybe the student life has given me the ability to save as much as possible since in my head I still spend in pesos.
I returned to my thought of wanting to light candles and inviting some of my European friends from the house. Most of them declined because they did not practice Catholicism, and some even called me boring. Only a girl from Spain commented that she would like to join me but suggested I give up my nostalgic crusade due to the material of the house, which was entirely built of wood and could cause a fire if the candles’ flames were not controlled. There was also the issue of the smoke detectors, which would trigger and ruin the afternoon for all my foreign dormmates. So, in this way, my illusion of lighting candles was practically buried.
I waited around 2 hours in the dorm’s living room for the welder to arrive. Again, thinking about it, the fact that I was sitting waiting for the welder made me think that, being the only Latino in the house, everyone saw me as the right person to receive him. Well, I don’t want to overthink.
The welder arrived apologizing for the delay, something classic in the Latin world. He asked me where the main boiler was, and I accompanied him to the basement where the central command was. Very quickly, he opened the door. Being so focused on giving him the directions in the best way, I had forgotten that he was Colombian. I don’t remember his accent very well, but I do remember that he ended every sentence with the word “Veci.” I said to him:
“Hey brother, are you going to light candles today?”
The man, laughing while applying some welding to a leak, replied:
“Man, because of the weather, I can’t do it outside. Inside the house, it will burn due to the material, so what I do is light these little lamps and have a beer. Now that you mention it, I have a bit of natilla in a container that my wife sent me. If you want, we can light one of the lamps and eat a little to relieve your nostalgia.”
My joy reappeared, and without thinking, I said: “Let me know when you finish, and we’ll eat it outside; I’ll bring the beers.”
The man took 10 more minutes to weld the pipes, and I paid him with the money we had collected for the maintenance. We headed to the front of the house, where there was a small wooden gate.
The welder took out a small container and cut the natilla, which was in a square shape, in half while I handed him a beer. The man took a small lamp shaped like a candle, no bigger than a palm, out of his bag. And before thanking him for the natilla, I asked if I could play a song while we had the beer.
The welder just said: “Go ahead, if you can play something Christmas-related, great. Just don’t play anything sad; my work isn’t finished yet.”
I played “Las Cuatro Fiestas” by Diomedes Díaz, a tradition in my coastal region, where candles are lit at dawn, marking the beginning of the Christmas season.
And so, at -10 degrees, with a room-temperature beer… I mean, frozen! Listening to Diomedes Díaz while watching a small candle-shaped lamp, I was able to combat the nostalgia a bit.
I said goodbye to the welder, thanking him and wishing him and his family a happy “Day of the Candles,” and immediately entered my house.
In the cold outside at that temperature, your body can withstand only about 15 minutes, so it was a very quick moment.
Back in my house, my Spanish friend just laughed and said: “Damn… if to light candles in the street you had to drink alcohol and play music, you should have told me! I thought you were looking for people to pray a rosary in the street.”