Peleando con el diablo / Fighting against the devil

Se acerca la Semana Santa y, como buen colombiano, es momento de aprovechar el puente más largo del año / Holy Week is approaching and, as a good Colombian, it is time to take advantage of the longest weekend of the year.

Versión en español

Para este año he decidido visitar a mi abuelo en una zona rural del departamento del Valle, donde se encuentra su casa.

No soy muy de ir a sitios rurales, pero por comentarios de amigos y tal vez por algo de casualidades en el algoritmo de mis redes sociales, me di cuenta de que dicho pueblo ahora está en boca de todo el departamento (e incluso del país), debido a unas cascadas que fueron descubiertas recientemente por esporádicos viajeros que vendieron dicho lugar como “las cascadas más instagrameables de Colombia”… Así que el pueblo pasó de ser un lugar de transición de los campesinos que deseaban comerciar sus productos (como moras de la zona), a ser un lugar ahora frecuentado por citadinos y algunos extranjeros que son conducidos por amigos locales que los invitan a conocer un secreto que ni las agencias de viajes tienen en el radar hasta el momento.

La casa de mi abuelo queda a unos 3 kilómetros caminando desde la última casa donde termina la calle principal del pequeño pueblo. Tuve que llegar desde temprano, ya que los carros de turistas abundaban en la vía, haciendo que un trayecto de 5 minutos se convirtiera en casi 2 horas debido al paso de autos de gran tamaño por trochas frecuentadas por animales de carga.

Aproximadamente a las 10 de la mañana pude llegar a la casa de mi abuelo subiendo una pequeña cuesta donde sobresale un gran balcón, complementado por una gran puerta colorida pintada con un amarillo brillante y unos toques de verde en sus bordes.

Como muchas casas del campo, la puerta se encontraba abierta, así que decidí elevar mi voz y gritar para ser escuchado por mi abuelo.

Mi abuelo es un ser solitario desde que mi abuela murió por una tuberculosis hace aproximadamente 15 años, desde esa época, él ha vivido solo; aunque suele frecuentar los billares y tejos del pueblo los fines de semana para no perder ni la cordura ni sus habilidades sociales (e igual tomarse una que otra cerveza).

-¡¡¡Hola, mijo!!! ¡¡Usted hace rato no me visitaba, ese milagro de verle la jeta por acá!!, me gritó.

-Abuelo, me dio curiosidad visitarlo, hace rato no nos contestaba usted las llamadas, le dije.

-Mijo, no los he llamado para no preocuparlos.

-¿Por qué, abuelo? ¿Le ha pasado algo?

-Mijo, últimamente los sábados por la noche me estoy peleando a machete con el diablo…

-¡¿Qué?! ¿Como así que peleando a machete con el diablo?, le dije sorprendido.

-Sí mijo, todos los sábados cuando llego a la casa luego de venir del pueblo, veo un demonio rojo de cachos. Me llama desde el monte y puedo verlo clarito con mis gafas, a veces hasta me habla en lenguas. Varias veces lo he insultado, pero me tiene aburrido que no pueda tener una mañana de domingo tranquila, siempre llego a misa con cara de sueño; hasta me ha dado vergüenza pedir la hostia al padre.

-Abuelo, perdóneme, pero suena muy increíble la verdad. ¿Por qué a usted se le aparecería específicamente el diablo? No es millonario para decir que vendió su alma, no está rodeado de mujeres ni veo que este peleado con la religión.

-Pues nieto, usted recordará que en los vallenatos viejos siempre se les aparece el diablo, pero lo espantan a punta de oraciones al revés, y pues… lo intenté, pero no funcionó.

-Hagamos algo: hoy es viernes, vamos mañana en la noche y lo acompaño a investigar para salir de dudas porque, en serio, abuelo, me preocupa que eso le vaya a generar un infarto, le propuse a mi abuelo.

Mi abuelo aceptó y así trascurrió la noche del viernes: un día para hablar de todo y ponerlo al tanto de la vida de la familia y demás temas que nos unían.

Al día siguiente, el reporte del clima nos indicaba que sería un día de clima seco, de unos 32 grados centígrados aproximadamente. Así que tendríamos el cielo despejado: ideal en horas de la noche para iniciar nuestra investigación.

Le pregunté a mi abuelo: y bueno, ¿cómo empezamos el dia?

-Listo mijo… Lo primero es ir al mercado a llevar la carga de moras que tengo en el galpón. Luego de eso, vamos a comer a la plaza y ahí vamos a ver si podemos vender lo que nos sobró a la entrada del pueblo, aprovechando que ahora viene bastante turista desde que la gente descubrió la cascada del “Teufel”. Qué piedra que la bautizaran así ahora para atraer turistas, ni idea de qué significa, si le soy sincero, mijo, yo siempre la conocí como la cascada del cura borracho”, pero bueno, toca así para vender más moras.

Después vamos al parque a almorzar y de ahí, mijo, prepárese…Tejo y billar, le cuento que soy bueno en ambos, así que, por ser familia, no lo voy a dejar gana. E igual no le cuente a su mamá que me lo traje a hartar y a jugar billar. Yo veré, mijo.

El día transcurrió tal cual como narró mi abuelo, todo lo cumplimos al pie de la letra. Vendimos las moras, comimos y aproximadamente a las 10:30 de la noche ya alicorados por la jugada de billar y tejo, estábamos mareados pero envalentonados para enfrentarnos al diablo.

-Listo, abuelo, vamos por el demonio, ¿para dónde es?, le dije con algo de emoción.

-Mijo, a 20 minutos detrás de la casa yendo para la cascada del cura borracho, perdón, la cascadaTeufel, fijo es algún santo europeo o algo.

Caminamos los 20 minutos aún con un leve mareo por el alcohol consumido, cuando de repente, pude ver una silueta entre las sombras de unos árboles…

Se trataba de una figura monumental de aproximadamente unos 3 metros de altura de un rojo intenso, sus cuernos sobresalían y se movía de una manera algo violenta, como si no coordinara sus movimientos. Invadidos por el miedo, temblando, decidí gritarle: “¡¡qué quiere de mi abuelo!!”… no lograba escuchar una respuesta. Seguí gritando la misma frase y aún seguía sin obtener respuesta.

Ya con un poco más de valentía por el sentimiento de protección que me invadía al ver a mi abuelo asustado, agarré algunas piedras y comencé a lanzarlas en dirección a dicho demonio, o lo que sea que fuera.

Al momento de lanzar la tercera piedra, comencé a escuchar voces en una lengua extraña, como me había dicho mi abuelo.

-¡¡¡Qué es lo que quiere!!! ¡¡¡Deje a mi abuelo tranquilo!!!, seguí gritando.

Las voces aumentaban y yo solo podía levantar mi voz apara opacarlas…

Al momento, una luz tenue comenzó a iluminar mi cara… Con los ojos encandelillados, pude reconocer la silueta de una mujer, en una lengua extraña, se acercaba a pasos tímidos, viéndonos con cara de sorpresa…

-¿Qué ser ustedes?, me dijo en un acento extraño.

-¿Quién es usted? ¿Es un demonio acaso?

– ¿Mí no entenderlos, gustar venir conmigo?, me respondió.

Mi abuelo y yo, ya entregados al miedo, a la vergüenza o a la curiosidad de haber llegado tan lejos, decidimos seguirla.

La sorpresa fue tremenda. Llegamos a una especie de bar lleno de gente rubia de aproximadamente 25 años en promedio, donde una mirada fija de todos los asistentes se posó sobre nosotros; ellos murmuraban, pero nosotros no entendíamos nada. Al voltearnos, la vergüenza casi nos imposibilita regresar la mirada a los ojos de los asistentes de ese encuentro.

El demonio del que tanto temimos resultó ser un inflable de un simpático diablo de caricatura.

Mientras conteníamos la pena, una mano nos tomó del hombro y nos comenzó a hablar:

-¿Están ustedes bien? Disculpen, pero, ¿qué hacían por el monte tirando piedra y gritando?, nos dijo un chico de aproximadamente unos 26 años de cabello negro, al parecer, alguien que trabajaba en ese bar y hablaba con un buen nivel el español.

No tenía las palabras para describir de manera diplomática nuestro encuentro con un demonio, así que opté por decirle que vivimos cerca del lugar donde nos encontraron y que, por motivos de la ingesta de alcohol, creímos ver un gran animal que nos quería atacar.

-Comprendo, no se preocupen, este lugar es relativamente desconocido aún y entendemos los problemas que les pudimos haber causado con el ruido. Pero están ustedes bienvenidos cuando quieran al hostal “der Teufel”.

-Perdone, pero, ¿qué significa esa expresión tan confusa?, le pregunté.

-Sí claro, permítame le explico. Este hostal nació porque nos encantó la vista que tenemos en este lugar de la cascada del cura borracho, y quisimos poner un demonio inflable a manera de humor: la idea de un cura borracho y un demonio daría para una gran historia y qué mejor lugar que un hostal con esta vista. Y bueno, nuestra mayor clientela es de origen alemán, así que le llamamos el hostal Teufelcomo diablo en alemán.

-Entiendo, hombre, de verdad discúlpeme por todo lo que sucedió y creo que mi abuelo pensará en decirles lo mismo.

En mi interior estaba demasiado preocupado por la vergüenza que debía sentir mi abuelo: pasando de hablar de algo sobrenatural a prácticamente un acto de vandalismo, así que, con el mayor tacto posible, giré mi cabeza para buscarlo… cuando mi sorpresa fue enorme al ver a mi abuelo hablando muy emocionado y casi feliz con el amable hombre de cabello negro que nos explicó todo.

-Mijo, la cerveza acá esta barata, me queda más cerca de la casa y la vista está bien bonita, menos mal le dimos en la jeta al demonio ese inflable.

English version

Hello, I have decided to visit my grandfather in a rural area of the Valle department, where his house is located, for this year.

I’m not one to go to rural places much, but based on friends’ comments and perhaps some coincidences in my social media algorithm, I realized that this town is now on everyone’s lips in the department (and even in the country). This is due to some waterfalls that were recently discovered by sporadic travelers who marketed the place as “the most Instagrammable waterfalls in Colombia.” So, the town went from being a transitional place for farmers wishing to trade their products (such as local blackberries) to being a place now frequented by city dwellers and some foreigners led by local friends who invite them to discover a secret that travel agencies don’t have on their radar yet.

My grandfather’s house is about 3 kilometers away on foot from the last house where the main street of the small town ends. I had to arrive early because tourist cars were abundant on the road, turning a 5-minute journey into almost 2 hours due to the passage of large vehicles on paths frequented by pack animals.

Around 10 in the morning, I was able to reach my grandfather’s house by climbing a small slope where a large balcony stood out, complemented by a colorful door painted in bright yellow with touches of green on its edges.

Like many countryside houses, the door was open, so I decided to raise my voice and shout to be heard by my grandfather.

My grandfather has been a solitary being since my grandmother died of tuberculosis about 15 years ago. Since then, he has lived alone, although he usually frequents the town’s billiards and tejo venues on weekends to not lose his sanity or social skills (and to have a beer or two).

“Hello, my child!!! It’s been a while since you visited me. What a miracle to see your face around here!” he shouted.

“Grandpa, I was curious to visit you; you haven’t been answering our calls for a while,” I said.

“My child, I haven’t called to avoid worrying you.”

“Why, grandpa? Has something happened to you?”

“Well, lately on Saturday nights, I’ve been fighting the devil with a machete…”

“What?! Fighting the devil with a machete? That sounds incredibly unbelievable,” I said, surprised.

“Yes, my child. Every Saturday when I get home from the town, I see a red demon with horns. It calls me from the mountain, and I can see it clearly with my glasses. Sometimes it even speaks to me in tongues. I’ve insulted it several times, but I’m tired of not being able to have a peaceful Sunday morning. I always go to church looking sleepy; it’s even embarrassing to ask the priest for communion.”

“Grandpa, forgive me, but it sounds very incredible, to be honest. Why would the devil specifically appear to you? You’re not wealthy enough to say you sold your soul; you’re not surrounded by women, and I don’t see you in conflict with religion.”

“Well, grandson, you’ll recall that in the old vallenatos, the devil always appears to them, but they scare him away with backward prayers. So, I tried, but it didn’t work.”

“Let’s do something: today is Friday; let’s go tomorrow night, and I’ll accompany you to investigate to dispel any doubts because, seriously, grandpa, I’m worried that this might give you a heart attack,” I suggested to my grandfather.

My grandfather agreed, and so the Friday night passed: a day to talk about everything and catch up on family life and other topics that bound us.

The next day, the weather forecast indicated a dry day of about 32 degrees Celsius, so we would have clear skies: ideal at night to start our investigation.

I asked my grandfather: “Okay, grandpa, how do we start the day?”

“Ready, my child… The first thing is to go to the market to deliver the load of blackberries I have in the shed. After that, we’ll eat in the square, and there we’ll see if we can sell what’s left at the entrance of the town, taking advantage of the fact that there are many tourists now since people discovered the ‘Teufel’ waterfall. What a stone that they baptized it like that now to attract tourists, I have no idea what it means, to be honest, my boy, I always knew it as the ‘drunk priest’ waterfall, but well, that’s how it goes to sell more blackberries.

Then we’ll go to the park for lunch, and from there, my child, get ready… Tejo and billiards. I’ll tell you, I’m good at both, so, being family, I’m not going to let you win. And don’t tell your mom that I brought you here to bother you and play billiards. I’ll see, my boy.”

The day unfolded exactly as my grandfather narrated it; we followed everything to the letter. We sold the blackberries, had lunch, and around 10:30 at night, a bit tipsy from the billiards and tejo games, we were dizzy but emboldened to face the devil.

“Okay, grandpa, let’s go for the demon. Where to?” I said with some excitement.

“My child, 20 minutes behind the house, going towards the ‘drunk priest’ waterfall, sorry, the Teufel waterfall. It’s probably some European saint or something.”

We walked the 20 minutes, still slightly dizzy from the consumed alcohol when suddenly, I saw a silhouette among the shadows of some trees…

It was a monumental figure of about 3 meters in height, of intense red color, with protruding horns, and it moved in a somewhat violent way, as if it couldn’t coordinate its movements. Overwhelmed by fear, trembling, I decided to shout, “What do you want from my grandfather!” I couldn’t hear a response. I kept shouting the same phrase, and still, I got no answer.

With a bit more courage due to the protective feeling that invaded me when I saw my frightened grandfather, I grabbed some stones and started throwing them in the direction of that demon, or whatever it was.

When I threw the third stone, I began to hear voices in a strange language, as my grandfather had told me.

“What do you want!!! Leave my grandfather alone!!!” I kept shouting.

The voices increased, and I could only raise my voice to drown them out…

At that moment, a faint light began to illuminate my face. With squinted eyes, I could recognize the silhouette of a woman approaching timidly, looking at us with a surprised face.

“What are you?,” she said in a strange accent.

“Who are you? Are you a demon, perhaps?”

“I don’t understand you. Do you want to come with me?” she replied.

My grandfather and I, already given up to fear, shame, or curiosity for having come so far, decided to follow her.

The surprise was tremendous. We arrived at a kind of bar full of blonde people, around 25 years old on average, where the fixed gaze of all the attendees settled on us; they murmured, but we didn’t understand anything. When we turned around, shame almost made it impossible for us to look back into the eyes of the attendees at that gathering.

The demon we had feared so much turned out to be an inflatable of a friendly cartoon devil.

While containing the embarrassment, a hand grabbed our shoulders and began to speak to us:

“Are you okay? Excuse me, but what were you doing in the woods throwing stones and shouting?” said a guy of about 26 years old with black hair, apparently someone who worked in that bar and spoke Spanish fluently.

I didn’t have the words to diplomatically describe our encounter with a demon, so I chose to tell him that we live near the place where they found us and that, due to alcohol consumption, we thought we saw a big animal that wanted to attack us.

“I understand, don’t worry. This place is still relatively unknown, and we understand the problems we may have caused you with the noise. But you’re welcome anytime to the ‘Teufel’ hostel.”

“Excuse me, but what does that confusing expression mean?” I asked.

“Yes, of course, let me explain. This hostel was born because we loved the view we have in this place of the ‘drunk priest’ waterfall, and we wanted to put an inflatable demon for humor: the idea of a drunk priest and a demon would make for a great story, and what better place than a hostel with this view. And well, our biggest clientele is of German origin, so we called it the Teufel hostel, like devil in German.”

“I understand, man, really sorry for everything that happened, and I think my grandfather will think of telling you the same.”

Inside, I was too worried about the embarrassment my grandfather must be feeling: going from talking about something supernatural to practically an act of vandalism. So, with the utmost tact possible, I turned my head to look for him… when my surprise was enormous to see my grandfather talking very excitedly and almost happily with the kind black-haired man who explained everything to us.

“Son, the beer here is cheap, it’s closer to home, and the view is quite beautiful. Thank goodness we hit that inflatable demon in the face.”

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