Mercurio retrógrado / Mercury retrograde
Todo es culpa del efecto Mercurio retrógrado / It’s all because of the Mercury retrograde effect
Versión en español
Mi padre, un señor de aproximadamente setenta años, suele salir por un café cada mañana a las 10:00 a.m. Es una rutina que le permite hacer ejercicio, algo que él mismo considera como “su gimnasio diario”.
Aquel día, salió como todas las mañanas. Vestía una camiseta deportiva de la Selección Colombia versión retro, la cual le regalé emocionado luego ver por primera vez un Mundial de fútbol, en el 2014. Él suele combinarla con una pantaloneta negra y unos tenis blancos bastante limpios. La verdad no sé cómo hacen los padres para cuidar tanto sus zapatos.
Así, con ese look, se fue con mi madre hacia el centro comercial más cercano, el cual estaba a unas dos cuadras.
El día era bastante bonito, un sol con pocas nubes contrastaba con la sombra de los arboles que cubría la mayor parte del camino, aquel que diariamente caminaban mis padres.
Dentro del pequeño centro comercial se ubica un local de café, al que cada día entre semana suelen llegar los mismos personajes; es casi un ritual levantar la cabeza y ver los mismos cuatro perfiles:
Una dama pensionada que va todas las mañanas a leer el periódico, un empresario que suele tomarse un café luego de terminar su rutina de gimnasio, una pareja de universitarios que espera la clase de las 11:00 a.m. y mis padres, quienes completan la lista.
Cada uno de estos personajes se sienta en un vértice de la pequeña plaza central que tiene forma de cuadrado, con el pequeño local de café en el centro.
Eran las 10:20 a.m. y las personas ya mencionadas se encontraban en su puesto, disfrutando de su acostumbrado café. Hasta ese momento, era un día cualquiera de mitad de semana laboral.
Mi madre, distraída por las notificaciones de su celular, estaba leyendo, bastante consternada, acerca del efecto Mercurio retrógrado. Le comentó a mi padre:
“¡Mira! El efecto Mercurio retrógrado es un efecto estelar donde la desaceleración del planeta Mercurio genera en los seres humanos una alteración en sus comportamientos, que ocasiona lo que coloquialmente se llama ‘mala suerte’”.
Mi padre siempre ha tenido una actitud escéptica ante todo, y este comentario no fue la excepción:
“No creo que un planeta rija nuestros comportamientos, creo que todo depende de nosotros”, terminó diciendo mientras tomaba un gran sorbo de café. Al mismo tiempo, mi madre seguía leyendo e intentando analizar si esto podía afectarle.
Mientras tanto, uno de los jóvenes que estaba en una de las esquinas se levantó para pedir un vaso extra de café, con la mala fortuna de tropezarse con el computador de su amiga, lo que acabó provocando que el equipo cayera al suelo. El joven, apenado, se paró rápidamente y levantó el computador para comprobar que no hubiese recibido un daño grave en su funcionamiento.
En la otra esquina, la mujer pensionada bajó el periódico que tenía en sus manos con la intención de ver qué había pasado con la pareja de jóvenes. Quiso sacar rápidamente su celular para tomarle una foto a la escena y compartir la imagen en el grupo de WhatsApp donde escribe sus críticas hacia la sociedad actual, especialmente hacia los jóvenes, de quienes considera que viven hiperconectados.
Dándose cuenta rápidamente de que no tenía el bolso en sus piernas, se levantó y corrió lo más rápido que pudo hacia el banco, lugar que previamente había visitado. Insultándose internamente por haberse distraído leyendo el periódico dentro de dicha entidad, se lamentaba por lo sucedido.
Entre el sutil caos, el empresario intentaba aguantar la risa, y siguió observando la situación mientras estaba en su teléfono hablando con alguien de manera bastante confiada.
A lo lejos, se veía un gran sujeto de unos dos metros, quien vestía una camisa amarilla y acompañaba a una joven de aproximadamente 1.60 metros de altura. La joven señaló al empresario y le indicó la ubicación a su acompañante. El empresario, al darse cuenta de que estaba siendo observado y señalado, escupió un poco de café… Y disimuladamente caminó hacia la salida más cercana, intentando alejarse lo más rápido posible de dicha pareja.
Los personajes hacían parte del staff del gimnasio que se ubica dentro del centro comercial. Al parecer, el empresario no había pagado la última cuota del gimnasio y estaba entrando mediante cortesías que lograba generar hábilmente mediante registros de diferentes cuentas que creaba.
Así que el actual escenario consistía en un caos sutil provocado por la mala suerte y sobre todo, por descuidos personales, algo que hubiera alegrado a mi padre, debido a su teoría.
Hasta ese momento, mis padres no se habían enterado de la situación debido a la rapidez con la que sucedió todo… Simplemente vieron la plaza vacía y una pareja de jóvenes discutiendo entre ellos mientras salían por la puerta principal con rumbo a la universidad del barrio.
Mi padre, viendo que todo estaba muy tranquilo, decidió ir por una nueva ración de café para él y mi madre.
Ya en el mostrador, la joven que atendía el local le dijo:
“Disculpe señor que me demore en tomarle su pedido, pero misteriosamente la máquina de capuchinos dejo de funcionar esta mañana. ¿Le molestaría ordenar algo que no sea café?”
Mi padre, que siempre ha sido un tipo tranquilo, solo se limitó a decirle:
“Sí claro, puede ser un té, igual no es culpa suya, parece ser culpa del Mercurio retrógrado”.
English version
My father, a man of approximately seventy years, usually goes out for coffee every morning at 10:00 a.m. It’s a routine that allows him to exercise, something he considers his “daily gym.”
On that day, he left as he did every morning. He was wearing a retro Colombia national team sports shirt, a gift from me after being excited to watch the World Cup for the first time in 2014. He usually pairs it with black shorts and very clean white sneakers. I honestly don’t know how fathers manage to take such good care of their shoes.
So, with that look, he went with my mother to the nearest shopping mall, which was about two blocks away.
The day was quite beautiful, a sun with few clouds contrasting with the shadow of the trees covering most of the path, the one my parents walked every day.
Inside the small shopping mall is a coffee shop, where the same characters usually come every weekday morning; it’s almost a ritual to look up and see the same four profiles:
A retired lady who comes every morning to read the newspaper, a businessman who usually has coffee after finishing his gym routine, a pair of university students waiting for the 11:00 a.m. class, and my parents, who complete the list.
Each of these characters sits at a vertex of the small central square that has a square shape, with the small coffee shop in the center.
It was 10:20 a.m., and the mentioned people were in their places, enjoying their usual coffee. Until that moment, it was an ordinary mid-week workday.
My mother, distracted by her phone notifications, was reading, quite concerned, about the Mercury retrograde effect. She told my father:
“Look! The Mercury retrograde effect is a stellar phenomenon where the deceleration of the planet Mercury causes an alteration in human behaviors, leading to what is colloquially called ‘bad luck.'”
My father has always had a skeptical attitude about everything, and this comment was no exception:
“I don’t believe that a planet governs our behaviors; I think it all depends on us,” he said, taking a big sip of coffee. At the same time, my mother continued reading and trying to analyze if this could affect her.
Meanwhile, one of the young people in one of the corners got up to ask for an extra cup of coffee, with the misfortune of tripping over his friend’s laptop, causing the device to fall to the ground. The young man, embarrassed, quickly stood up and picked up the computer to check if it had suffered serious damage.
In the other corner, the retired woman lowered the newspaper she had in her hands to see what had happened to the young couple. She wanted to quickly take out her phone to take a picture of the scene and share the image in the WhatsApp group where she writes her critiques of current society, especially towards young people, whom she believes live hyper-connected lives.
Realizing quickly that she didn’t have her bag on her lap, she stood up and ran as fast as she could to the bank, a place she had visited earlier. Internally cursing herself for being distracted reading the newspaper inside the bank, she lamented what had happened.
Amid the subtle chaos, the businessman tried to hold back his laughter and continued observing the situation while talking on his phone quite confidently.
In the distance, a large guy about two meters tall, wearing a yellow shirt, accompanied a young woman of about 1.60 meters in height. The young woman pointed to the businessman and indicated his location to her companion. The businessman, realizing he was being watched and pointed at, spat out a bit of coffee… and discreetly walked towards the nearest exit, trying to distance himself as quickly as possible from that couple.
The characters were part of the gym staff located inside the shopping mall. Apparently, the businessman hadn’t paid the last gym installment and was entering through courtesies he skillfully generated through records of different accounts he created.
So, the current scenario consisted of subtle chaos caused by bad luck and, above all, personal carelessness, something that would have delighted my father, due to his theory.
Until that moment, my parents had not found out about the situation due to how quickly everything happened… They simply saw the square empty and a young couple arguing as they left through the main door heading to the neighborhood university.
Seeing that everything was very calm, my father decided to go for a new serving of coffee for him and my mother.
At the counter, the young woman attending the shop said:
“Sorry, sir, for taking so long to take your order, but mysteriously the cappuccino machine stopped working this morning. Would you mind ordering something other than coffee?”
My father, who has always been a calm guy, simply said:
“Yes, of course, it can be tea; it’s not your fault anyway. It seems to be the fault of the Mercury retrograde.”