El espectro de la curva / the spectrum from the curve

Entre leyenda y realidad / Between urban legend and reality.

Versión en español

Existen muchas historias a lo largo de las carreteras a nivel mundial. Leyendas de conductores que aseguran haber visto apariciones, seres misteriosos que se desvanecen en la carretera, e incluso algunos conductores llegan a recoger personas en la vía y luego presencian su desaparición mientras van en camino.

Colombia no es ajena a este tipo de anécdotas y algunas pueden sucederles incluso a familiares o amigos.

Hace unos dos años, por las carreteras de la Costa Atlántica colombiana, mi primo Nelson se encontraba a las afueras del Estadio Metropolitano de Barranquilla. Nuestra Selección de futbol disputaba uno de los últimos encuentros y, a su vez, una de las últimas oportunidades de clasificar al Mundial de Catar 2022.

El rival era la Selección de Perú. Fue un partido donde la Selección Colombia se esforzó y logró tener a Perú varias veces contra las cuerdas; pero a veces a Colombia e incluso a nosotros como compatriotas, nos quedan faltando cinco centavos para el peso… En la última jugada del partido, el seleccionado peruano logró convertir un gol y dejar así a Colombia prácticamente eliminada.

Como era de esperar, todos los espectadores salieron del estadio con caras largas, ya todos sabíamos que Colombia no iría al Mundial a pesar de faltar un partido, pues este era contra Argentina. Nuestras selecciones suelen sucumbir ya sea por miedo o simple falta de ambición.

Nelson y sus amigos decidieron seguir el río humano que se dirigía lentamente hacia el parqueadero del estadio. Como suele suceder en este tipo de eventos, el alcohol está presente tanto en la victoria como en la derrota, lo único que cambia es el estado de ánimo al momento de consumirlo y, obviamente, la playlist acorde a la situación.

Nelson solo pudo observar cómo sus amigos discutían la última jugada del partido y el cómo era posible que la Selección hubiese perdido en un partido que tenía todos los ingredientes para ser ganado.

A medida que pasaba el tiempo, empezaron a aparecer las típicas propuestas de borracho que nunca se cumplen:

“Aaah, si Colombia hubiera ganado, ¡mañana vendería el carro y compraría los tiquetes para Catar! ¡¡Colombia, me jodiste la navidad en el desierto!!”

Para Nelson, esta fue la señal que indicaba que era momento de partir rumbo a su ciudad de origen.

Nelson, muy responsablemente, había decidido no tomar ninguna bebida alcohólica y así, en estado de sobriedad, procedió a acomodar en el carro a los tres amigos alicorados que seguían discutiendo sobre qué vender para ir a Catar y sobre qué decirles a sus jefes el día siguiente, pues el partido se disputó entre semana y todos se declararon enfermos en sus respectivos trabajos, pensando en la victoria colombiana para continuar la celebración.

Así inició el trayecto de regreso, el viaje sería aproximadamente de unas diez horas, tomándose unos quince minutos para llenar el tanque de gasolina y beber algún café cargado para continuar el recorrido.

La primera hora transcurrió entre canciones, gritos de alegría y efectos activos del alcohol en la sangre. Cada ocupante del vehículo sacó a relucir sus planteamientos tácticos que, juraban, hubiesen sido la solución para el gol y la victoria de la Selección.

Para la segunda hora, todos sucumbieron al sueño, y entre leves ronquidos y una playlist de vallenato clásico, Nelson siguió el recorrido.

Como ustedes saben, las carreteras de la Costa Norte colombiana suelen ser rectas prolongadas hasta tocar el departamento de Santander; así que el trayecto fue muy tranquilo hasta la quinta hora de recorrido.

La ruta nacional tocó el departamento de Santander y de ahí en adelante comenzaron las curvas. Este departamento se caracteriza por ser un vaivén constante de curvas, subidas, bajadas y cañones naturales. Sería un examen difícil para un conductor sin mucha experiencia.

Uno de los acompañantes, quien se encontraba de copiloto, se levantó por un leve momento al verse algo mareado por las constantes curvas que dibujan las montañas de la Cordillera Oriental.

“Nelson, ¿por dónde vamos?”, habló suavemente el copiloto.

“Cerca de la bomba amarilla, tranquilo que ahí paramos un rato, tengo unas ganas de un café…”, le respondió Nelson.

“Ole, ¿qué es ese punto blanco en la cima de esa loma?”, dijo, en tono de sorpresa, el copiloto.

“Oiga, no sé, voy a bajarle un poco a la velocidad a ver qué es”, replicó Nelson.

El automóvil bajó un poco la velocidad y en la penumbra de la noche divisaron lo que parecía ser un ente demoniaco vestido de blanco, con una cara demacrada que hacía señas inentendibles cerca de nosotros. El susto los invadió y aceleraron al máximo el carro. Para Nelson, la parada a comer dejó de existir en ese momento, y el mareo y el sueño del copiloto desaparecieron.

Con el tanque casi vacío, Nelson y su grupo llegaron a una estación cercana a su ciudad de origen, y aún con el silencio presente, los ocupantes del carro que iban en la parte trasera se sorprendieron al llegar a su destino mucho antes de lo presupuestado.

“Uyyy, mano, si llegamos así de rápido, que Nelson siga manejando, jajaja. Es que hasta podría ir a trabajar hoy de lo rápido que llegamos”, dijo uno de los ocupantes.

Nelson aún seguía nervioso, al igual que su copiloto. Por esta razón, muy angustiado, Nelson pidió encarecidamente que lo reemplazaran ya que no se sentía muy bien para manejar.

Así llegó Nelson a su casa y permaneció por lo menos tres días en estado de shock. Intentó ir a la iglesia para calmar sus nervios, pero solo las palabras de su psicóloga le hicieron mejorar un poco su estado de ánimo.

“Nelson, sé que fue una experiencia traumática, pero suponiendo que creyéramos en las manifestaciones, estas suelen ocurrir solo en un lugar específico, por eso hay lugares que se consideran santuarios, porque solo se presentan ahí. Tranquilízate que esa aparición no va a encontrarte ni a perseguirte, eso solo pasa en las películas, mira que ni Annabelle salió de la casa donde la tenían”, le explicó la psicóloga, intentando provocarle una sonrisa a Nelson.

“Tiene razón, doctora, creo que debo volver a mi vida y dejar de molestarme por esa aparición, mi amigo ya la olvidó. Él me comentó que posiblemente fue efecto del mareo y del alcohol y que, por ello, se imaginó ese espectro. Y que, en mi caso, habría sido fruto del cansancio o tal vez algún reflejo de una señal de carretera”, argumentó Nelson.

“Bueno doctora, muchísimas gracias, ya me siento mucho mejor incluso para ir a la entrevista de trabajo que tengo pendiente”.

Nelson salió de consulta y se dirigió al lugar de su entrevista, donde se buscaba un profesor de matemáticas para los grados décimo y once de bachillerato.

Las pruebas se efectuaron en el colegio Nuestra Señora de los Milagros. Fue la típica prueba de llenar ocho cuadros vacíos con algún dibujo siguiendo un patrón, las típicas preguntas de análisis matemático y una corta entrevista con la encargada de Recursos Humanos.

Fue tan genérica y a la vez tan positiva la entrevista, que incluso a Nelson, explicando que su mayor defecto era ser perfeccionista, le valió para llegar al último filtro para ser contratado inmediatamente, ya que se necesitaba con urgencia un profesor.

“Bueno, el último paso es una entrevista con la hermana, ella dará el ‘sí’ final, muchos éxitos, joven Nelson”, se despidió cortésmente la encargada de
Recursos Humanos.

Nelson se dirigió hacia la oficina de la rectoría. Era una habitación grande, rodeada de muchos cuadros de promociones anteriores, diplomas de educación y por supuesto, un gran atril con una Biblia de bordes dorados.

“Bienvenido, joven Nelson, he visto sus pruebas y me gusta lo que vi, se ve que usted es una persona amable, tiene preparación para el cargo y creo que podría encajar muy bien aquí”, dijo la hermana muy convencida.

“Muchas gracias por sus palabras, espero no desilusionarla”, respondió Nelson.

Durante quince minutos, la hermana y Nelson hablaron de todo tipo de temas, mientras que la primera intentaba conocerlo mejor y así poder crear un perfil personal mucho más detallado sobre su futuro profesor de matemáticas.

“Me parece que ya está cerrado, quiero darle la bienvenida a esta escuela, solo le voy a pedir que firme este papel”, afirmó la hermana.

Nelson recibió el papel y con una mirada helada, solo pudo leer lo siguiente:

“Bienvenido al colegio, solo una cosa más: ¡¡¡CUANDO VEA UNA MONJA EN LA CARRETERA DE NOCHE… RECÓJALA!!!”

Nelson levantó la cabeza y pudo notar que en uno de los cuadros de promociones anteriores había un gran letrero con marco rojo, era una página del periódico donde se podía leer:

“Monja carmelita sobrevive quince días en la selva luego de misión médica en zonas apartadas”.

English version

Exist are many stories along the roads worldwide. Legends of drivers who claim to have seen apparitions, mysterious beings that vanish on the road, and even some drivers pick up people on the road only to witness their disappearance while en route.

Colombia is not immune to these kinds of anecdotes, and some may even happen to relatives or friends.

About two years ago, on the roads of the Colombian Atlantic Coast, my cousin Nelson was outside the Metropolitano Stadium in Barranquilla. Our national football team was playing one of the last matches and, at the same time, one of the last chances to qualify for the 2022 World Cup in Qatar.

The opponent was the Peruvian national team. It was a game where the Colombian team made an effort and managed to have Peru on the ropes several times; but sometimes, Colombia, and even us as compatriots, fall just short of the mark… In the last play of the match, the Peruvian team managed to score a goal, leaving Colombia practically eliminated.

As expected, all the spectators left the stadium with long faces; everyone knew that Colombia wouldn’t go to the World Cup despite one more match remaining, which was against Argentina. Our teams tend to succumb either due to fear or simple lack of ambition.

Nelson and his friends decided to follow the human river slowly heading towards the stadium parking lot. As is usual at such events, alcohol is present in both victory and defeat; the only thing that changes is the mood at the time of consumption and, of course, the playlist appropriate to the situation.

Nelson could only watch as his friends discussed the last play of the game and how it was possible for the national team to lose a match that had all the ingredients for a victory.

As time passed, the typical drunk proposals that are never fulfilled began to emerge:

“Aah, if Colombia had won, tomorrow I would sell my car and buy tickets to Qatar! Colombia, you messed up my Christmas in the desert!”

For Nelson, this was the signal that it was time to head back to his hometown.

Nelson, very responsibly, had decided not to drink any alcoholic beverages and thus, soberly, proceeded to accommodate in the car the three intoxicated friends who continued to argue about what to sell to go to Qatar and what to tell their bosses the next day, as the match was played on a weekday, and everyone declared themselves sick at their respective jobs, anticipating a Colombian victory to continue the celebration.

That’s how the return journey began; the trip would take approximately ten hours, with a fifteen-minute stop to fill up the gas tank and have some strong coffee to continue the journey.

The first hour passed with songs, shouts of joy, and the active effects of alcohol in the blood. Each occupant of the vehicle brought out their tactical plans, which they swore would have been the solution for the goal and the victory of the national team.

By the second hour, everyone succumbed to sleep, and amid soft snores and a playlist of classic vallenato, Nelson continued the journey.

As you know, the roads of the Colombian North Coast are usually long straight stretches until they touch the department of Santander; so the journey was very peaceful until the fifth hour of travel.

The national route reached the department of Santander, and from there on, the curves began. This department is characterized by being a constant sway of curves, ascents, descents, and natural canyons. It would be a challenging test for a driver with little experience.

One of the companions, who was in the front passenger seat, got up for a brief moment feeling a bit dizzy due to the constant curves drawn by the mountains of the Eastern Cordillera.

“Nelson, which way are we going?” the co-pilot spoke softly.

“Near the yellow gas station, don’t worry, we’ll stop there for a while. I’m in the mood for coffee,” Nelson replied.

“Hey, what’s that white dot on top of that hill?” said the co-pilot in surprise.

“Hey, I don’t know, I’m going to slow down a bit to see what it is,” Nelson replied.

The car slowed down a bit, and in the dim light of the night, they saw what seemed to be a demonic figure dressed in white, with a emaciated face making unintelligible signs near them. Fear invaded them, and they accelerated the car to the maximum. For Nelson, the stop for food ceased to exist at that moment, and the co-pilot’s dizziness and sleep disappeared.

With the tank almost empty, Nelson and his group arrived at a station near their hometown, and even with silence present, the car’s occupants in the back were surprised to reach their destination much earlier than budgeted.

“Wow, man, if we arrived so fast, let Nelson keep driving, hahaha. He could even go to work today from how quickly we got here,” said one of the occupants.

Nelson was still nervous, as was his co-pilot. For this reason, very distressed, Nelson earnestly asked to be replaced as he did not feel very well to drive.

This is how Nelson arrived home and remained in a state of shock for at least three days. He tried to go to church to calm his nerves, but only the words of his psychologist made him improve his mood a little.

“Nelson, I know it was a traumatic experience, but assuming we believed in manifestations, these usually only happen in a specific place, that’s why there are places considered sanctuaries because they only occur there. Relax, that apparition won’t find you or chase you, that only happens in movies, look, not even Annabelle came out of the house where they had her,” the psychologist explained, trying to provoke a smile from Nelson.

“You’re right, doctor, I think I need to get back to my life and stop bothering about that apparition; my friend already forgot about it. He told me that it was possibly due to dizziness and alcohol, and that, in my case, it would have been the result of fatigue or maybe a reflection of a road sign,” argued Nelson.

“Well, doctor, thank you very much, I feel much better even to go to the job interview I have pending.”

Nelson left the consultation and went to his job interview location, where they were looking for a mathematics teacher for tenth and eleventh grades.

The tests were conducted at Our Lady of Miracles School. It was the typical test of filling in eight empty boxes with some drawing following a pattern, typical questions of mathematical analysis, and a short interview with the Human Resources manager.

The interview was so generic and positive that even Nelson, explaining that his biggest flaw was being a perfectionist, was enough to pass the final screening to be hired immediately since a math teacher was urgently needed.

“Well, the last step is an interview with the sister; she will give the final ‘yes.’ Good luck, young Nelson,” the Human Resources manager courteously said goodbye.

Nelson headed to the rector’s office. It was a large room surrounded by many frames of previous promotions, education diplomas, and of course, a large lectern with a Bible with gold edges.

“Welcome, young Nelson, I have seen your tests, and I like what I saw; you seem to be a kind person, you are prepared for the position, and I think you could fit in very well here,” said the sister very convinced.

“Thank you very much for your words; I hope not to disappoint you,” Nelson replied.

For fifteen minutes, the sister and Nelson talked about all kinds of topics, while the former tried to get to know him better and thus be able to create a much more detailed personal profile of their future mathematics teacher.

“I think it’s settled; I want to welcome you to this school, I just need you to sign this paper,” the sister affirmed.

Nelson received the paper and with a frozen look, could only read the following:

“Welcome to the school, just one more thing: WHEN YOU SEE A NUN ON THE ROAD AT NIGHT… PICK HER UP!!!”

Nelson raised his head and could see that in one of the frames of previous promotions, there was a large sign with a red border, it was a newspaper page where you could read:

“Carmelite nun survives fifteen days in the jungle after a medical mission in remote areas.”

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